Respirar: el puente entre la mente y el cuerpo

La respiración es el ritmo más fiel de la vida.
Acompaña cada emoción, cada pensamiento, cada instante. No pertenece al pasado ni al futuro: sucede solo en el presente. Es la constante que nos recuerda que estamos vivas.

La respiración como espejo interno

Aunque no la pidamos, la respiración ocurre. Pero si la escuchamos, si la miramos con atención, se convierte en un espejo que refleja con precisión lo que vivimos: se acorta cuando hay miedo, se amplía cuando hay calma, se suspende ante la sorpresa.
El cuerpo no miente; respira lo que siente.

La neurocientífica Nazareth Castellanos explica que “el cuerpo respira antes de que la mente sepa lo que siente.”
Cada inhalación y cada exhalación son, en realidad, mensajes del sistema nervioso. A través de su ritmo podemos leer nuestro estado interno: si necesitamos descanso, si hay tensión, si algo dentro busca expansión.

Cuando llevamos la atención a cómo respiramos, entramos en diálogo con esa red silenciosa que regula la vida: el sistema nervioso autónomo. Sin juicio, solo observando.
En el método somático, este acto de reconocer sin intervenir es el primer paso hacia la autorregulación.
Observar el aire entrar y salir, sin modificarlo, abre la puerta a una relación más honesta con nosotras mismas.

Respirar conscientemente: un puente hacia la presencia

El maestro zen Thich Nhat Hanh enseñaba una práctica sencilla y profunda:

“Cuando inhalo, sé que estoy inhalando.
Cuando exhalo, sé que estoy exhalando.
Esa es la práctica de la felicidad.”

Desde la neurociencia, sabemos que esta atención plena a la respiración reduce la actividad de la red neuronal por defecto —la que nos arrastra a pensamientos repetitivos— y activa las áreas del cerebro vinculadas a la conciencia corporal y a la regulación emocional.

Respirar conscientemente es una forma de meditar en movimiento.
Es decirle al cuerpo: “estoy aquí, contigo.”
Y cuando el cuerpo siente esa presencia, se relaja, se abre, confía.

🌿 Práctica somática

Detente unos minutos.
Coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen.
Observa dónde se mueve el aire.
Sin cambiar nada, repite mentalmente:

Inhalo, estoy aquí.
Exhalo, suelto.

Deja que las palabras se disuelvan y permanece en la sensación.
Permite que el cuerpo respire como es hoy.

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